La década de los ochenta se caracterizó, desde el punto de vista empresarial, por las sucesivas compras y ventas de los patrimonios de la Metro Goldwyn Mayer, la 20th Century Fox, Columbia, United Artists y otros paquetes menores.
Los grandes conglomerados multinacionales, muy implantados en sectores como la electrónica de consumo, el mundo discográfico y las cadenas de televisión, buscaban entrar en estos grandes almacenes del cine, porque sabían que, con esos lotes interminables de películas, tendrían poder en el sector audiovisual.
La nueva generación de productores y directores tenía muy claro que los éxitos habidos hasta finales de la década no podían ser ocasionales.
Las trayectorias de dos de los hombres que más estaban influyendo en el cambio industrial de Hollywood, George Lucas y Steven Spielberg, se cruzaron durante la preparación de En busca del Arca perdida (1981), una película de aventuras magistral. Ambos tenían una experiencia que los avalaba frente al público: el primero venía respaldado por las cifras en taquilla Tiburón (1975), mientras que el segundo era el padre de una franquicia con un porvenir inmejorable, La guerra de las galaxias(1977)
Frente a héroes de corte clásico, propios del subgénero llamado ópera espacial, otros aventureros de perfil más reprochable llegaron a las pantallas por esta época. El violento conductor solitario que sobrevive a un apocalipsis nuclear en Mad Max, salvajes de la autopista (1978) es un buen ejemplo al respecto. El responsable de esa película, el australiano George Miller, prolongó las peripecias del personaje en dos largometrajes más:Mad Max 2: El guerrero de la carretera (1982) y Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno (1985). En los dos casos cabía entrever elementos del western. Una vez más, la mezcla de géneros seguía su curso.
AÑOS 90
Estados Unidos, el cine de los noventa aportó grandes novedades, sobre todo si lo comparamos con la década anterior. Para empezar, la pujanza del mercado del VHS y de los vídeojuegos reforzó la importancia de las franquicias, que permitían una explotación diversificada del producto audiovisual en varios formatos.
De cara a los estrenos, las grandes compañías apostaron por multiplicar el número de copias para su exhibición, lo cual les obligaba a reforzar la mercadotecnia precisa para recuperar su inversión a corto o medio plazo.
Y pese a la proliferación de festivales que impulsaban al cine independiente, éste último pasó a depender también de lasmajors, consolidando el vigor de los grandes grupos.
Lo cierto es que la década se abrió con el deseo de que el público adulto volviera a las salas. Por desgracia para los promotores de la medida, los estudios de mercado aún demostraban que la mayor parte de la audiencia estaba formada casi exclusivamente por adolescentes.
En todo caso, surgió un grupo de cineastas independientes que reclamaba la herencia de los setenta y se dirigía a una audiencia madura, tanto por su edad como por sus ambiciones intelectuales.
En dicho grupo se distinguieron tipos sumamente interesante. Por ejemplo, John Sayles (Passion Fish, 1992; Lone Star, 1996), Ang Lee (El banquete de boda, 1992; Sentido y sensibilidad, 1995), los hermanos Coen (Muerte entre las flores, 1990; Fargo, 1995), Spike Lee (Fiebre salvaje, 1991; Girl 9, 1996) y Edward Burns (Los hermanos McMullen, 1995; Ella es única, 1996).
ACTUALIDAD
Sólo en los años ochenta, cerraron en España cientos de salas. Afortunadamente, a partir de los años noventa se produjo una recuperación.
El cine comercial tuvo que luchar por atraer al público y lo hizo buscando más espectáculo. Las grandes superproducciones y los musicales habían desaparecido debido al aumento de costes y riesgos, y en su lugar surgió el cine-espectáculo de acción. La llegada de los efectos digitales brindó nuevas posibilidades en tal sentido.
El esfuerzo económico que supone hacer cine hoy en día, junto al control por parte de Estados Unidos de los canales de distribución, han supuesto el fin de muchas cinematografías nacionales. También éstas tuvieron su parte de culpa, por vivir muchas veces de espaldas al público, desdeñando sus gustos.
Actualmente, Hollywood domina el panorama mundial. Puede abordar producciones con un coste impensable para una película europea, dado que su control de la distribución le permite amortizarla y ganar dinero mediante su exhibición en multitud de salas. No obstante, subsisten cineastas y filmografías al margen de Hollywood. Algunos países tienen una importante industria cinematográfica, aunque con muy poca proyección exterior.
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